El envejecimiento de la población trabajadora es una evidencia que no debe sorprendernos.
Vivimos un prolongado cambio demográfico caracterizado, entre otras cosas, por un aumento de la esperanza de vida y un estancamiento de la natalidad que no garantiza un adecuado relevo generacional. El resultado más preocupante de esto es un progresivo envejecimiento de la población.
Ante esta situación, en los últimos años, ha surgido una tendencia orientada a incrementar la edad de jubilación, a revertir la inercia de las prejubilaciones y, por tanto, a prolongar los años de vida laboral.
Y como parece que estamos avocados a manejarnos en un mundo laboral envejecido, desde muchos organismo europeos y nacionales están trabajando para establecer políticas y planes de acción encaminados a favorecer un envejecimiento óptimo en el trabajo y tras la salida del mercado laboral.