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En la “era de la visibilidad” resulta sorprendentemente difícil distinguir entre auténticos expertos y artistas del engaño.
Hace unas semanas asistí a una conferencia de una persona que se publicitaba como un gurú de la temática que allí se trataba. Mis expectativas eran altas porque parecía que el evento prometía, y tengo que decir que pasé una tarde muy entretenida, incluso diría divertida, ya que la puesta en escena incluía todo lo necesario para engatusar a la audiencia: humor, curiosidades, letanías rapidísimas de datos estadísticos, escenificaciones mímicas, cambios rápidos de ritmo, anécdotas supuestamente biográficas y emotivas, e interpelaciones por sorpresa y con trampa a alguna persona del público asistente con el objeto de hacernos reír a todas las demás.
Cuando volvíamos a casa, mi hijo me preguntó que de qué había ido la conferencia y, curiosamente, no supe que contestar. No fui capaz de sacar una “moraleja” o una temática de toda aquella palabrería, ni siquiera conseguía encontrar una relación con el título de la conferencia. En realidad, sólo recordaba cosas sueltas graciosas o curiosas, que se encuentran libremente en internet, y afirmaciones grandilocuentes y huecas que en muchas ocasiones se contradecían entre sí. Entonces recordé los “charlatanes” itinerantes que vendían sus productos en los mercados y en las plazas de los pueblos o los predicadores televisivos.